Aprovechando que esta semana no
hay carreras en el Hipódromo de Cerro Colorado y que la situación económica y
deportiva en el Jockey Club de Arequipa tiende de un hilo, me vino a la memoria
las sabias palabras de un gran turfman como fue el doctor Manuel Zevallos Vera;
pronunciadas en Asambleas General de Asociados, luego del triste incendio que
sufriera el Hipódromo de Porongoche; un fatídico martes 16 de mayo de 1978.
La fecha y el año es para no
olvidarlo; mientras Embrollo le ganaba a Bannera el “Derby Chico”, Enganche con
Julio Lozada se imponía en la cinta azul, al derrotar a la dupla de Darío Núñez,
El Padrino y Goldlinda.
Antonio Delgado Calle era elegido
Presidente de la Asociación
de Propietarios y quien escribe estas líneas Presidente de la Asociación de
Periodistas Hípicos de Arequipa.
Pero la nota del título; viene
del martes 16 de mayo, en que Arequipa sufría los estragos de un paro general
en protesta contra el Gobierno y la ciudad quedaba totalmente paralizada con
vidrios y tachuelas en las calles, siendo prácticamente imposible el transitar
en vehículos.
Eran aproximadamente las seis de
la tarde y desde mi hogar situado en Umacollo, podía apreciar que a lo lejos,
como quien dirige la mirada hacia el balneario de Jesús; se observaba una enorme
humareda con pronunciado fuego, preguntándome junto a mi familia ¿Dónde será
tremendo incendio?
No pasaron muchos minutos y sonó
el teléfono, ¡se está quemando el hipódromo! escuché a través del
auricular. Me quedé frío por la noticia, tras reparar inmediatamente que
en el recinto hípico estaba mi caballo; si…era Tazio el primer ejemplar que
tenía y como sucede con todo propietario nuevo, era prácticamente como un hijo.
La desesperación me vino de
repente, ¿Cómo ir al Hipódromo si hay paro? , me imaginaba a mi caballo
quemado, asfixiado y no se que cosas más y solo atiné a llamar a un amigo que
tenía moto y tras convencerlo vino inmediatamente en mi auxilio.
En su vehículo de dos ruedas y
gran parte por las veredas, nos dirigimos al Hipódromo de Porongoche y conforme
nos acercábamos al escenario, la angustia no paraba de sacudirme el pecho,
pensando no solo en el recinto deportivo; sino en lo que estaba sucediendo con
mi penco engreído.
Al llegar al hipódromo, las
llamas había consumido casi toda la tribuna de madera y el fuego había sido tan
intenso, que era difícil tocar los tubos que conformaban las barandas, por lo
caliente que estaban las mismas.
Pero el alma me vino al cuerpo,
al apreciar que la zona donde estaban los caballos, no sufrió los estragos del
incendio y ningún animal se vio afectado por el fuego causado por manos
criminales, como más de un hípico manifestó.
Pero lo mismo no sucedió con los
muebles del hipódromo, pues se perdió el mimeógrafo con que se hacían los
programas, el fothochart, las mesas, sillas, equipos de transmisión etc., lo
que a muchos hacía pensar que sería el fin de la hípica en la ciudad blanca.
Para felicidad de nuestro turf,
estaba en la presidencia el doctor Manuel Zevallos Vera y un grupo selecto de
hípicos que lo acompañaban en su Directorio y aunque parezca mentira; solo se
paralizó las carreras una semana, exactamente la del domingo 21 de mayo y a la
siguiente; sin tribuna, sin locución, sin fotochart, pero con caballos e
hípicos de corazón, se continuó con el deporte que tanto nos apasiona.
En Asamblea de asociados, el
doctor Zevallos Vera señaló que las pérdidas ascendían a unos 20 millones de
soles (de ese entonces), pero que de ninguna manera nos daremos por vencidos
señaló enérgicamente; pronunciando a
continuación, las palabras que se me grabaron por siempre: “MIENTRAS TENGAMOS HÍPICOS DE CORAZÓN, LA HÍPICA EN
AREQUIPA, NUNCA MORIRÁ”